Amarga victoria
La compañía descansaba junto al fuego. La noche mataba al día y sus frías sombras envolvían los maltrechos espíritus de aquellos que aún respiraban. El asedio de Ascalon no había triunfado pero los defensores de la puerta norte habían pagado muy cara la osadía de enfrentarse en minoría a las hordas invasoras... y vencerlas.
Sobre la negra tierra descansaban para siempre Thorson Vail, capitán del ejército del príncipe Rurik, y ocho buenos guerreros de generoso corazón. Su entrega y su valor habían detenido el avance de aquellas abominaciones. Ascalon sobrevivía una noche más al horror al que aquellos monstruos iban a someter a sus pacíficos y desarmados ciudadanos.
El fuego bailaba y cantaba quejándose y cientos de estrellas incandescentes se arremolinaban, acunadas por el glacial viento de la montaña, sobre las cabezas de los héroes supervivientes. En la lejanía los tambores de guerra percutían el silencio y la vigilia. Inmisericordes con la paz de los caídos. Llamando a la sangre.
En los momentos más duros. Cuando la humanidad ya no tiene esperanzas. Unos pocos guerreros, magos y montaraces son la única esperanza para frenar el arrollador avance de los nuevos tiempos oscuros. Y la prueba comienza de nuevo…
Aquellos héroes maltrechos y heridos se levantan de nuevo juntos, como un solo cuerpo y una sola alma y avanzan una vez más hacia el enemigo. Y se adentran en la niebla que protege su campamento.
Sangre y niebla…
Fragmento del capitulo XIII del libro primero de las crónicas de la niebla.
Así lo cantaron y glosaron los antigüos para sus hijos.